El padre, un referente fundamental

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(ABC) Todo hijo necesita de un padre para existir y para ser. Este hecho que la naturaleza hace evidente en el origen de cada nueva vida, la experiencia lo confirma a cada paso.

Antes de ser padres todos hemos sido hijos. Es crucial para el hijo saber a quién mirar, si además, aquellos a quienes mira —padre y madre— se quieren, la felicidad del hijo está en camino. Toda mujer y madre agradece infinitamente que el padre descubra a sus hijos lo que ella sola no puede enseñar, puesto tanto para engendrar a un hijo, como para mostrarle el mundo necesitamos a los hombres y que ellos sean padres.

Desde que salimos del seno materno el padre nos abre a la vida y nos saca del cobijo maternal. Muestra la belleza del mundo, sus paisajes más recónditos. Nos indica que es posible la libertad y que en ella estamos acompañados por los amigos. El padre impulsa a arriesgar la vida, pero nos enseña la prudencia necesaria. Sus juegos y planes son más arriesgados, también menos cotidianos. Urge saber que hay peligros, pero también que hay esperanza. No pocas veces demandaremos que sus brazos fuertes nos hagan sentirnos seguros y confiados de su presencia incondicional.

El padre es la referencia para aprender a distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto. De él aprendemos que la firmeza, la virilidad, y la reciedumbre son contrapartidas necesarias a la ternura, la acogida y la suavidad maternas. Cierto, los hijos necesitan de un padre, pero no es menos cierto que para todo hombre cada hijo es una oportunidad para hacerle crecer, pues en la paternidad la prueba y el desafío están asegurados.

La figura paterna nos remite al padre del «Pródigo», quién dio libertad al hijo para salir al mundo y equivocarse, pero quién también le abrazó lleno de alegría por haberle recuperado para una vida más grande.

Por eso, celebremos el día del Padre, con el agradecimiento a nuestros padres por el regalo de la vida y de su significado, y por habernos abrazado siempre que volvemos a casa.